Una señora curiosa vivía en un pueblecito lejano. Vivía sola porque su esposo ya había muerto y sus hijos se habían ido a otro lado.Esta señora tenía como cincuenta años y, aunque su pelo estaba cano, aún era fuerte. se veía que no era de esas que se espantan con facilidad. Además, se hallaba bien protegida: dos grandes perros cuidaban su casa y no dejaban que ningún extraño se acercara.La señora se acostaba a dormir como a las ocho de la noche. Se levantaba como a las seis de la mañana, pues tenía que trabajar en una pequeña milpa que producía lo que le hacía falta para vivir.Una noche, se acostó y trató de dormir. Afuera los perros ladraban. Durante mucho rato siguió el ruido de los perros, pero ella no le dió importancia y finalmente logró dormirse.Así pasó una semana, y todas las noches los perros ladraban. La señora casi no podía dormir. Cada día se preocupaba más al oír los ladridos, pues alguien podría andar rondando su casa.Después de un tiempo, ya cansada, en cuanto empezaron a ladrar los perros salió a ver qué pasaba. Por más que escudriñaba la oscuridad, nada veía y nada oía. Al parecer nadie rondaba por su casa. Al amanecer le dio de comer a sus perros y les preguntó: -¿Porqué ladran por la noche? ¿Que ven en la oscuridad que yo no puedo ver? -Vemos muchas cosas que a tí no te están permitidas -contestó el perro más viejo.-Yo quisiera ver lo que ustedes ven, ¿podrían ayudarme?-Para ver de noche necesitas de todo tu valor. Sí te podemos ayudar, pero cuando veas lo que nosotros vemos te vas a asustar.-No me voy a espantar-dijo la señora-. Diganme qué tengo que hacer.-Bueno, tú lo pediste. En la mañana cuando te levantes, no te laves la cara. Basta con que te pongas nuestras lagañas en los ojos durante siete días.La señora hizo lo que los perros le indicaron. Al séptimo día, el perro más grande le volvió a hablar: -Esta noche, cuando nos escuches ladrar, sales a ver lo que nosotros vemos.La señora se acostó. Cerca de la media noche oyó que los perros ladraban. entonces se levantó y fue a ver. No se imaginaba lo que le esperaba.Al dirigir la vista hacia donde ladraban los perros, vio a la muerte, que bailaba al son de la música. Vio a un jinete vestido de negro y a una mujer vestida de blanco que lanzaba gritos de dolor. Vio una cabeza humana en el aire, toda ensangrentada. Vio a un muerto al que llevaban a enterrar varios esqueletos. Vio muchas, pero muchas, cosas horribles.Luego de mucho rato, la señora se metió en su casa y se acostó. A la mañana siguiente todo estaba triste. La señora no se había levantado y los perros lanzaban melancólicos ladridos. Días más tarde, un vecino fue a buscarla extrañado de no verla trabajar la milpa. Encontró la puerta entreabierta y se metió. Adentro, la señora estaba muerta. Tenía la cara llena de espanto.
Una historia de Narración oral, tomada de un librito de CONAFE.
Pintura de Sebastian Garreton
Atte: La bruja de los cuentos.
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